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En ocasiones, lo más importante de la animación infantil no va a ser nuestro guión, si no la capacidad del animador de gestionar situaciones complejas que nos van a plantear los niños.

Podemos encontrarnos con grupos de niños de edades muy diferentes; o con pequeños que nos van a requerir un plus de atención por su forma de ser (tímidos, hiperactivos o con falta de atención, entre otros) o por su comportamiento (perretas y llantos, por ejemplo). En este post Susan Beltrán nos ayuda a lidiar con esas situaciones.

La figura del animador se ha convertido en una pieza fundamental en cualquier celebración que incluya la presencia de niños, pero éste tiene que tener en cuenta que puede encontrarse con distintas situaciones a las que no sepa cómo enfrentarse.

Se le puede asignar, desde un grupo en que se combinan los pequeños y los mayores, hasta niños a los que les cueste adaptarse al grupo por diversos motivos. Aquí vamos a indicar una serie de medidas que pueden tomarse en esos tipos de situaciones y algunos consejos para mantener la unión del grupo.

El primer caso que vamos a tratar es aquel en el que el animador se tiene que hacer cargo de un grupo de niños de edades diferentes, en ese caso el animador deberá llevar preparadas actividades tanto para unos como para otros. Esto no quiere decir que deban ser actividades diferentes, sólo que a los mayores se les debe subir el nivel de dificultad para que éstos no se aburran.

Hay que tener en cuenta que puede tener aspectos muy positivos ya que es enriquecedor que niños de distintas edades trabajen juntos, así los mayores ayudarán a los pequeños y los pequeños se sentirán respaldados por los mayores.

Por ejemplo, si hacemos una actividad de pintar caritas, pueden ser los mayores los que pinten las caritas de los más pequeños y después los mayores pueden pintarse la cara entre ellos. Así se producirán acercamientos y se irán afianzando como grupo.

Otra situación con la que nos podemos encontrar es que algunos de los niños no sean capaces de integrarse en el grupo. Hay que estar muy atentos a ésto porque hay que conseguir que se integren. La afectividad entre el grupo favorece la integración. Por lo tanto hay que promover las actividades afectivas en las que los niños se saluden y se den abrazos o besos.

Además, el animador puede hacerles trabajar primero por parejas para que ese niño tenga un apoyo dentro del grupo y cuando note que tiene cierta complicidad con algunos miembros del grupo, los puede hacer trabajar en grupos más grandes consiguiendo así su unión.

Otro caso muy común que podemos encontrar a la hora de realizar actividades en grupo, es que uno de los niños, o varios tiendan a pelearse. ¿Cómo actuar en este caso? ¿Cuál es la mejor manera de acabar con el conflicto? A pesar de lo que pueda pensarse, un niño que se pelea no es más fuerte que el que no lo hace. El niño que tiende a pelearse tiene una debilidad interior que expresa creando conflictos.

Por una parte, el monitor debe prestar especial atención a estos niños diciéndoles que lo que han hecho no es lo que deberían, y explicarle cómo deberían comportarse sin llegar al castigo.

Actuando así, se suelen obtener mejores resultados que si se opta por castigar, cuya consecuencia será un peor comportamiento por parte de ellos. Estos niños deben ser motivados, resaltando la conducta positiva que tienen en otras ocasiones para que se den cuenta realmente de que cuando se portan bien son recompensados.

Cuando el conflicto es entre dos niños hay que hablar con ambos. Hay que inducirles a que cada uno le diga al otro lo que no le ha gustado y el motivo por el cual han llegado a pelearse. En muchas ocasiones, después de hablar de lo que ha ocurrido se darán cuenta de que todo ha sido un malentendido.

Y si realmente ha habido un problema, éstos deben pedirse perdón y trabajar juntos para dejar atrás el problema. En muchas ocasiones los niños que empiezan peleándose son posteriormente los mejores amigos.

El animador puede organizar una actividad en el grupo, que consiste en sentarse en sillas, unos en frente de los otros e ir cambiando de parejas tras cinco minutos. Cada uno debe decirle al otro lo que le gusta de la persona que tiene en frente (se trata de que se sientan aceptados y no criticados, por eso nos centraremos en las cosas positivas de cada uno). Esta actividad, aparte de ayudarles a conocerse mejor, les ayudará a evitar posteriores conflictos por el grado de complicidad que adquirirán.

Otra situación frecuente es encontrarse con un niño que llora y no saber muy bien qué debes hacer. Pues en primer lugar, hay que hablar con los padres porque la motivación empieza en casa. Son ellos los que deben presentarle la actividad que van a realizar como algo que les va a entusiasmar y en la que se van a divertir mucho.