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Entrar en los mejores clubes de París (hablamos de aquellos donde podemos cruzarnos con Riccardo Tisci, Kate Moss o John Galliano -cuando salía-) es MUY difícil. ¿Cómo se consigue? Debes pertenecer al menos a uno estos grupos: ser famoso (o ir con un famoso); ser modelo; conocer bien a los promotores del evento o a la persona que está en la puerta; o que no suceda nada de lo anterior pero no importe: para los porteros eres lo suficientemente cool y con el potencial como para convertirte en un miembro futuro del selecto club.

Cuando consigues entrar y hacer un ‘habitual’ del club, te encuentras con el problema de que en París los clubs van y vienen y pasan de moda muy rápido. Así ocurrió con Le Baron o Le Montana -que hace unos años eran lo más exclusivo de la ciudad y ahora prácticamente ni existen-. Otros, como los míticos -y recientemente reaparecidos- Chez Castel y Les Bains Douches permanecen como emblemas absolutos de la opulencia y desenfreno parisinos de los 80.

Imagen vía @andreavandall

Pero si hay un club que sobresale entre todos, uno que ha sabido sortear los caprichos de la moda, entenderla y nadar a favor de la corriente frenética de su ciudad, ese es Le Pompon. Posiblemente estemos hablando del lugar más cool de Paris.

Le Pompon abrió por primera vez sus puertas en 2010 en el 10ème, y en sus comienzos era un bar de lo más underground situado en una antigua sinagoga. Lo fascinante de aquello era que al final de la barra había una puerta que llevaba a unos sótanos secretos donde estaban la pista, los DJs y la gran fiesta. Y por supuesto, por donde no todo el mundo bajaba, siguiendo la premisa parisina: «No puedes comprar tu entrada al local». Se trata básicamente de si eres cool y/o estás bien conectado o no.

Cuentan sus precursores que quisieron abrir un club que no se tomara a sí mismo demasiado en serio, y por ello usaron la expresión «C’est le pompon!», una expresión absurda y desfasada que en español vendría a ser algo parecido a «se lleva la palma».

Imagen vía @poggytheman

En esa primera y clandestina etapa ya se hizo imprescindible, atrayendo a celebrities como Lenny Kravitz o Kanye West y organizando fiestas para la boutique Colette, las firmas Louis Vuitton y Chloé, o los sellos Kitsuné y Ed Bangers. Y en mayo de 2013, ¡voilà! tomaron la sabia decisión de cerrar con este lema: «You should never have too much of a good thing» y el convencimiento de que los clubs han de mudar de piel cada tres años.

Pues bien, Le Pompon ha vuelto. Ahora está en 5 avenue de l’Opéra, y ya se ha convertido en el club de París favorito de la gente de la industria de la moda. Se trata de un elegante club alfombrado, sobrio pero impecablemente decorado, salpicado por los toques estilo colonial de sus palmeras y pinturas, con un salón convertido en dancefloor, rodeado de sofás y butacas verdes, y siempre presidido por el imprescindible neón corporativo «Le Pompon Pompon».

Un escenario exquisito que se mezcla a la perfección con la estética y cultura que nace alrededor del hip hop, pero sin dejar de mezclarse a su vez con house, techno, funk, dubstep y y música disco. Las sesiones son a cargo de DJs sobre todo parisinos como Louise Chen y Piu Piu de GIRLS GIRLS GIRLS, Busy P, Guillaume Berg, Azamat B., Ramdane Touhami, Fernand Du Chalet, Richie Reach o Arthur King, siempre acompañados de invitados especiales.

 

Su imagen es fresca y moderna -algo que París pedía a gritos- y se ha convertido en el lugar donde -básicamente y hablando en plata- la gente que «mola» de París comparte la pista. Chicos y chichas, blancos y negros, homosexuales y heteros, jóvenes y adultos, modelos y diseñadores, empresarios y artistas, pero sobre todo gente con mucha clase y mucho frenesí.

Y, aunque como en todas las grandes fiestas parisinas,los asistentes van en parte para ver y ser vistos, también es cierto que la música juega un papel esencial en las noches del Pompon y que aquí se viene sobre todo a bailar. También a fumar, aunque sólo sea por subir y bajar sus escaleras de belleza y pendiente pronunciadas, entablando nuevas amistades de un cigarrillo de duración.

Y a beber, aunque probablemente con una mesura mayor de la que tendrías en otras ciudades del mundo, dados los elevados precios que aquí se estilan, pero… ¡qué demonios! Estás en París, hemos dicho que tu tarjeta está en uno de sus mejores momentos, eres joven, guapo, estás en el lugar perfecto y si estás aquí es porque eres cool. Lo mejor será pedir entonces champán.