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La geriatría es la rama de la medicina que se preocupa de los problemas y enfermedades de los adultos mayores, cómo prevenirlas y manejarlas, y del proceso de envejecer. No sólo del aspecto médico, sino también de aspectos sicológicos y sociales que habitualmente acompañan este proceso.

Los geriatras son médicos expertos en el cuidado de los adultos mayores, de la misma manera que los pediatras lo son de los niños. Tienen especial conocimiento de enfermedades que comúnmente aquejan a los ancianos, como:

  • Demencia.
  • Caídas.
  • Incontinencia urinaria.
  • Osteoporosis.
  • Depresión.

Entienden la interacción entre el envejecer y otras enfermedades crónicas y degenerativas. Además, conocen el uso apropiado de los múltiples medicamentos que usan los adultos mayores y evitan el peligro potencial y no buscado de la interacción de estos medicamentos.

El cuidado es combinado con otros profesionales para ayudar a los pacientes a mantener la capacidad de funcionar independientemente y mejorar su calidad de vida en la consulta ambulatoria, y coordinan a los múltiples especialistas que intervienen en el tratamiento de los pacientes que requieren hospitalización.

Al mismo tiempo, asisten a los familiares en las decisiones al declinar la capacidad del paciente, su independencia, y sobre todo al final de la vida.

¿Qué tipo de pacientes necesitan de un geriatra?

Hay varios grupos de adultos mayores que requieren el cuidado de un geriatra:

  • Mayores de 65 años sanos, en los cuales es necesario enfocar actividades preventivas personales para lograr un envejecimiento exitoso. El control anual permite la recomendación de estilos de vida, nutrición, ejercicio físico y actividad mental, exámenes personalizados y vacunas específicas para este grupo de pacientes. Permite, además, la detección precoz de disminución de memoria y capacidad cognitiva, pérdidas insignificantes de funcionalidad y estar alerta ante la presencia de signos y síntomas que predicen la aparición de enfermedades, sobre todo de algunos cánceres.
  • Mayores de 65 años con más de tres enfermedades crónicas, que habitualmente ingieren más de cinco fármacos diferentes. El foco en estos pacientes es evitar la interacción de medicamentos que produzcan eventos adversos, recomendar actividades para evitar la progresión de las enfermedades o que se agreguen complicaciones de las mismas, manteniendo la capacidad para funcionar en forma autónoma.
  • Pacientes mayores de 80 años, con o sin patología crónica. Estos pacientes presentan disminución de sus capacidades fisiológicas y están expuestos a presentar enfermedades agudas que con facilidad necesitan de hospitalización para mejorarlos.
  • Pacientes que presentan enfermedades propias del envejecimiento, como demencia, incontinencia urinaria, alteraciones de la marcha y osteoporosis, entre otras.
  • Adultos mayores institucionalizados en casas de reposo.

El uso de un método específico para examinar a estos pacientes, el contacto estrecho con la familia y sobre todo con el cuidador principal, les permite preservar su funcionalidad física y mental y disminuir la velocidad de declinación a medida que envejecen. Hay una mejoría importante en la satisfacción de la familia y reduce la posibilidad de hospitalización.